Arribem al darrer “Relat que el vent s’endugué”. Al llarg d’aquests mesos hem pogut llegir històries de tota mena, escrites per autors i autores de la ciutat que, generosament, han volgut col·laborar en aquesta experiència que pretenia acostat els veïns i veïnes de la ciutat a les biblioteques.
L’experiència no ha tingut el resultat esperat. Potser el disseny era massa complex i ‘l’ús dels codis QR no forma part de la rutina de la gent, potser no emociona dedicar estonetes a llegir o potser no hem fet la promoció adequada. El cert és que la resposta ha estat minsa comparada amb els expectatives generades a l’inici d’aquesta aventura.
Hi ha hagut aspectes positius com la participació desinteressada dels autors i autores que han col·laborat oferint-nos els seus relats, la complicitat dels professionals de la Biblioteca Tecla Sala, la feina dels mitjans de lhdigital i l’haver conegut a persones estupendes amb les que compartim l’estima per una ciutat que ens fa emocionar. Gràcies Gemma Isern, Núria Toril, Núria Vila, Màriam Ben-Arab, Vanessa Requena, Lola Toledano, Helena Bonals, Anna Vilar ,Ana de Lacalle, Ignasi García Barba, Mª Àngels García-Carpintero, Júlia Costa, Ireneu Castillo, Juan Jiménez i els veïns i veïnes que s’han atansat a les biblioteques a recollir el seu adhesiu.
Aquest últim escrit es titula «El viaje» i explica els pensaments d’una persona mentre fa el camí cap al seu poble, amb tren. De fet, son uns pensaments que podrien signar tota una munió de majors de setanta anys que van arribar de joves a l’Hospitalet, a la recerca d’una feina, un canvi de vida o per reagrupament familiar. Si els pregunteu què era el “Sevillano” us explicaran com van arribar aquí i, també, un munt d’històries de les seves peripècies els primers anys a la nostra ciutat. El Sevillano era el nom popular d’un tren que feia la ruta fins a l’estació de França, provinent d’Andalusia. El viatge, inacabable, durava unes disset hores i, com podeu imaginar allà es menjava, es dormia, es xerrava i es feien noves amistats.
La persona que ens ha enviat el relat sol participar de diverses activitat a les biblioteques de la ciutat i li estem molt agraïts per l’esforç de sintetitzar els pensaments (en aquest cas, viscuts) d’un viatge cap a Andalusia. Ho ha signat com a Juan Jiménez i prefereix mantenir-se en l’anonimat.
Podeu llegir el relat clicant a: https://lhdigital.cat/web/digital-h/relats-lh
A les biblioteques de la ciutat podeu demanar el seu llibre «Del pueblo a la ciudad. Del campo a la industria» un relat que situa al febrer de 1968 on es parla de la vida en un poble, els seus costums i les relacions entre les persones, unes relacions d’amor i passió.
EL VIAJE
A mediados del mes de enero, realicé un viaje para asistir al funeral del que había sido el primer miembro directo de la familia en fallecer —aparte de los padres que se entiende como algo más natural y común—. En este caso, le ha tocado al conjugue de mi hermana, sin cumplir los setenta años.
En ese viaje, en esa soledad que se percibe, aparecen numerosos pensamientos. Tanto el de ida como el de vuelta, el viaje ha sido plácido. El AVE transcurre atravesando esos campos a los que se te hace difícil contemplar, tanto por su velocidad como por los continuos terraplenes que se encuentran en su trayectoria. Aun y no habiendo sido mi primer viaje en el ave, sí que lo era solo. En el de ida, vi los escasos pasajeros que viajábamos en cada uno de los muchos coches de los que se componía el tren no sé si por la pandemia o por el horario, lo cierto, es que el viaje era bastante monótono. Me centré en empezar a leer un libro que me había llevado mi hijo mayor, precisamente para el viaje —la frontera dormida—
Cuando empecé a leer me dije:
—¡Mira por dónde! Empieza en una población con una estación de tren emblemática, Canfranc.
Cuando contemplo la soledad de los escasos pasajeros que viajamos, me vienen a la mente infinidad de imágenes y reflexiones, que me sitúan en hacer un repaso de lo que han sido estos años transcurridos. ¡Qué diferencia con mis primeros viajes en tren en aquellos años 70 del siglo pasado! En aquella época, todo era bullicio y aglomeraciones en esos trenes que parecía que estaban más tiempo parados que desplazándose, los comentarios que se escuchaban entre los pasajeros —¡Pero otra vez se para! ¡Esto para hasta en los majanos!
Como el origen y destino de esos trayectos eran de Andalucía a Cataluña, quien cogía el tren en su salida disponía de asiento y los pasajeros que nos incorporábamos a lo largo de su recorrido teníamos que esperar con las maletas en los pasillos para que se produjera ese hueco deseado según se iba llegando a destino.
En esos años, los trenes de larga distancia ya no disponían de vagones de tercera, se viajaba en segunda y primera clase, en compartimentos con los asientos situados unos frente a otros, los de primera más espaciosos que los de segunda. Durante el viaje, tenías tiempo de establecer conversaciones y conocer la procedencia y destino de todos los que componían el compartimento; raro era el viaje que no coincidieras con soldados, bien de permiso o que se incorporaban después de disfrutarlos. Si tenías suerte y el entorno era tranquilo el viaje se sobrellevaba, si era lo contrario, te tocaba amoldarte o pasear por el pasillo si la aglomeración lo permitía. Para un trayecto similar, desde la misma tierra, en aquellos años se empleaban más de 11 horas, hoy tres y media.
En la soledad de este viaje, y sin saber muy bien porqué, me traslado a las vivencias acaecidas en este medio siglo. Desde aquella aventura que se inició un anochecer de finales del mes de mayo, aparecen y me sitúan en la parte inversa de este paso por el transcurso de estos 50 años. En aquellos primeros viajes, el pensamiento se centraba en la ilusión, en la forma de afrontar esos retos o propósitos que te apasionan, en ir conquistando espacios y fortaleciéndote. En este viaje, no sé si por darse esa circunstancia un tanto imprevista, afloran en mí, aquellos pensamiento o propósitos que en su día estuvieron presentes.
¿Qué es la vida? La vida es nacer y crecer, la vida es sufrimiento, la vida es ilusión, la vida es esperanza, la vida es emoción y frustración. Estas frases, para mí, engloban cómo creo que transcurre ese viaje que es la vida; a partir de ahí, el orden, cada persona establecerá su orden en función de cómo se valore y valore su vida.
Durante el tiempo que vivimos, conforme crecemos y nos desarrollamos, nos creamos necesidades, nos formamos una idea de lo que nos gustaría hacer. Desde que tenemos uso de razón, esas ideas o necesidades dependerán de factores que influirán en su forma de desarrollarse, pasaremos por diferentes etapas que estarán condicionadas por agentes tanto internos como externos, que tendrán que ser tenidos en cuenta si se quiere ser cauteloso en ir consiguiendo esos objetivos.
Vivimos diferentes experiencias y va transcurriendo el tiempo, pero no siempre nos paramos a pensar si se cumplen de alguna forma las perspectivas que habíamos tenido o pensado, si nuestro comportamiento en el tiempo que ha pasado ha sido el idóneo, si hemos hecho todo lo necesario o posible para sentirnos satisfechos. Responder a esas interrogantes y dar respuestas a las experiencias vividas no es lo más habitual.
Juan Jiménez