Coincidint amb el Saló del Còmic, l’Andrea Pozo, bibliotecària de Can Butjosa (Parets del Vallès), escriu a la revista AULA del mes de maig unes reflexions sobre aquesta mena de lectura que combina text i imatge. Ho acompanya amb una experiència pràctica relacionada amb la sèrie d’aventures dels còmics de la Hilda. L’article el podeu llegir també a la revista GUIX. Amb permís de l’Andrea, us faig a mans algunes de les frases que podeu llegir:
El cómic es un medio de extraordinaria riqueza para transmitir historias. La unión entre texto e imagen conecta con unos alumnos que se esfuerzan por descifrar el primero, mientras manejan con soltura la segunda. Se impone la necesidad de establecer un puente entre ambos, aprendiendo las técnicas utilizadas en la narración de cómics.
El cómic vive una buena época: Premios, salones, adaptaciones cinematográficas, publicaciones especializadas y generalistas que se hacen eco de las novedades, etc. Ya no resulta extraño hablar de cómic como hablamos de libros, a nivel de variedad y, sobre todo, de calidad.
En el ámbito infantil y juvenil, el cómic se ha reinventado, adquiriendo una nueva dimensión, gracias a la oleada de obras de calidad dirigidas específicamente a público infantil y juvenil. Editoriales como Dibbuks o Norma mantienen líneas editoriales dirigida a estos lectores, con algunas obras nacionales y muchas de importación, sobre todo europea y nipona. La editorial Bang!, por otro lado, apuesta por una colección de cómic específicamente creada para los niños y adaptada a tres franjas de edad lectora (Mamut +3, +6 y +9).
En las aulas, el cómic no es un recurso nuevo. Muchos programas de dinamización lectora incluyen cómics entre sus lecturas recomendadas, al igual que incluyen narrativa, poesía y teatro. El cómic, junto al álbum ilustrado, se ha convertido en un buen recurso para fomentar la lectura entre aquellos alumnos que demandan el soporte de la imagen para interesarse por una historia. Y es que el éxito de ambos tiene mucho que ver con esta combinación de medios (la imagen y el texto), que resulta más cercana a los niños que han crecido en la era audiovisual.
El cómic también tiene un código propio, que hay conocer y comprender para descodificar la historia de forma correcta. En muchos casos las normas son más intuitivas que las que rigen el código escrito. Sin embargo, existen aspectos complejos que requieren soluciones imaginativas, como la expresión del tiempo sobre el medio impreso. Estudios como los de Scott McCloud arrojan luz sobre el tema, a través del análisis de las viñetas y del espacio vacío entre ellas. Ese espacio, conocido como “calle”, lo ha de llenar el lector con su imaginación, creando desde instantes de metraje a secuencias que pueden durar años o, ¿porqué no?, toda una vida.