El secreto del Unicornio. Las aventuras de Tintín
Por las bibliotecas de película circulan todo tipo de personajes. Vemos a escritores, niños, femmes fatales e incluso maleantes, pero los usuarios más frecuentes, los que se llevan la palma, son los periodistas y los detectives. Como en el caso de El secreto del Unicornio, película basada en tres cómics de Hergé: El secreto del Unicornio, El cangrejo de las pinzas de oro y El tesoro de Rackham el Rojo.
La cinta de animación —se hizo una versión en 3D— utiliza la técnica de captura de movimiento que consiste en que los actores interpretan, además de las voces, los movimientos y gesticulaciones de sus personajes y luego en el estudio se digitalizan las imágenes con técnicas de fotogrametría.
Al principio de la película Las aventuras de Tintín, después de la presentación maravillosa de los créditos, de culto, vemos a Tintín paseando por un animado y popular mercadillo de antigüedades de Bruselas donde encuentra y compra una maqueta a escala de una antigua nave llamada El Unicornio.
Tras una serie de sucesos preocupantes, Tintín sospecha que el barco guardaba algún secreto y decide averiguarlo. Dirigiéndose a su perro Milú, le dice:
—Algo pasa con este barco. Iremos al único lugar donde pueden tener una respuesta.
Y, claro, encaminan sus pasos hacia la biblioteca. El espacio que aparece ante nuestros ojos es oscuro, con columnas imponentes, las típicas lámparas verdes sobre las mesas y mucha madera recubriendo las paredes. Es de noche y una tormenta descarga rayos furiosos cuyos destellos penetran por las altas vidrieras. La panorámica nos recuerda a algunas gélidas y silenciosas iglesias, un pensamiento recurrente y que quizá vaya asociado a que durante muchos siglos los conventos han sido los únicos lugares de lectura y de escritura, tranquilos y silenciosos, como las bibliotecas. Pero en nuestro pensamiento se cruza otra imagen, asimismo recurrente, y evocamos los cementerios, criptas del olvido, depósitos del saber, lugares donde moran los muertos, los escritores muertos, con los que nos comunicamos gracias a su obra. Hay una frase de Stefan Zweig, en Mendel el de los libros, refiriéndose a que detrás de cada libro hay un hombre, a menudo muerto. Esa es una de las virtudes de la lectura, la posibilidad de comunicarnos con personas que vivieron en otras épocas, hace diez, cien o mil años.
Un plano corto nos muestra a Tintín sentado en una mesa, rodeado de viejos y pesados libros, sosteniendo en sus manos un volumen abierto por la página que cuenta la tragedia de El Unicornio. Tintín lee en voz alta:
—“¡Aquí está!… Francisco de Haddock, del castillo de Moulinsart, capitán del desafortunado El Unicornio. Su nave zarpó de Santo Domingo en 1698, en una de las peores travesías en la historia naval, y el barco jamás llegó a su destino. Fue atacado por piratas…”
Tintín lee en voz alta y para que los espectadores nos interesemos por los misterios que envolvieron aquella nave, de tanto en tanto se detiene y se dirige a su inseparable Fox terrier para preguntarle, por ejemplo, “¿Qué escondería el barco. Milú?”
Se puede disculpar que Tintín lea en voz alta porque en la biblioteca no hay nadie, exceptuando un personaje que se vislumbra escondido entre los anaqueles y que parece seguir las andanzas del protagonista. Pero lo que realmente sorprende es la presencia de un perro, Milú, en la biblioteca, sentado en una silla y babeando sobre los libros. Es una imagen que molesta a nuestro ego bibliotecario y que no se entiende, a no ser que el mensaje inconsciente sea que la biblioteca es un lugar de acceso libre, gratuito y agradable.
En las bibliotecas se permiten el acceso de perros en determinadas ocasiones y bajo control. Es el caso del Programa R.E.A.D. de Lectura con Perros (Reading Education Assistance Dogs) que, con fines terapéuticos, ayuda a mejorar las habilidades de lectura de los niños mediante la intervención de perros especialmente adiestrados para leer con ellos. También se permite el acceso de los perros guía o perros lazarillo que acompañan a las personas ciegas que van a consultar los libros escritos en braille o los audiolibros.
Unas escenas más adelante la cinta nos sitúa en casa de Arístides Silk, un carterista profesional, personaje curioso y ordenado que conserva las carteras que ha ido robando, alfabéticamente bien clasificadas en las estanterías, atendiendo a los principios de la biblioteconomía: Los nombres de los propietarios de las carteras bien visibles para facilitar su localización y los ejemplares más notables de la colección puestos de cara para despertar curiosidad.
Otra escena graciosa, relacionada con los libros, sucede cuando Tintín y el capitán Haddock subidos a una avioneta que no saben pilotar, abren el salpicadero y leen el manual de instrucciones allí depositado. ¡Ah! Los libros salvadores.
Los amantes de las aventuras de Tintín ya estamos esperando que llegue diciembre de 2016, fecha en que está previsto el estreno de una segunda entrega titulada Las aventuras de Tintín. Los prisioneros del sol, dirigida por Peter Jackson y basada en los cómics “Las siete bolas de cristal” y “El templo del sol“.
Aquest escrit forma part de la sèrie d’articles sobre Bibliotecas de Película que escrivim per a la revista MiBiblioteca. El podeu llegir complet al número 46 (veranos 2016)
El trailer de la película, a continuació: