“El escritor escribe. Si alguien quiere aprender a escribir podrá llegar a ser una persona que escribe, pero nunca será un escritor. Según Raimond Chandler, entonces soy un escritor, una persona que escribe. Me faltaría saber si escribo bien y si tengo un estilo propio. El estilo no se busca, se tiene o no se tiene y no se sabe el porqué.
Nadie mejor que yo sabrá si escribo bien. Vivo de eso, vivo de criticar y analizar lo que otros han escrito. Enseño literatura.”
Las frases anteriores son las primeras de la película Lugares comunes. Una voz en off que corresponde al protagonista las pronuncia mientras vemos como las escribe con su estilográfica en un cuaderno. Se trata de un recurso narrativo que se repite en diversos momentos y ayuda a comprender al personaje, un profesor de literatura de la Universidad de Buenos Aires que recibe una notificación ministerial en la que le jubilan “de oficio”.
Fernando Robles —interpretado por Federico Luppi—, es una persona íntegra, admirador de los ideales de la Revolución Francesa (libertad, igualdad, fraternidad), que ha vivido apartado de las corruptelas, la amoralidad y la hipocresía de una sociedad inmersa en una tremenda crisis económica y social. Son los tiempos del “corralito” y quedarse si trabajo le supone comprobar con amargura que se encuentra en una encrucijada, sin sustento económico y debatiéndose internamente en cómo seguir adelante.
Lugares comunes podría haber escarbado en la crítica social pero, aunque la denuncia está implícita, el director prefiere mostrarnos con humor e ironía la cara amable y sincera de unas personas que no se resisten a abandonar sus ideales y ansían vivir, compartir, abrazar.
El contrapunto lo representa Liliana —espléndida Mercedes Sampietro— la mujer de Fernando, que trabaja como asistenta social en barrios marginales, desfavorecidos. Su personaje es cercano, creíble, casi familiar, y su presencia aporta la cordura, el sentido vital necesario para conservar las ilusiones.
Tras un viaje decepcionante a España para visitar a la familia y comprobar cómo su hijo ha aparcado su vocación por la literatura y la ha cambiado por una vida acomodada y de bienestar material, Fernando y Liliana deciden vender su casa de Buenos Aires, aceptar la propuesta de su amigo Carlos, el abogado de la familia, y comprar una hacienda (chacra, la llaman) en la provincia de Córdoba (Argentina). En ese lugar empezarán una vida sencilla, dedicados al cultivo de lavanda para producir perfume. Tras esa decisión, el ritmo de la película cambia y se vuelve más emotivo, más intimista, más profundo.
En la cinta hay diversas referencias a la lectura y a los libros. Una de las mejores escenas se produce en la biblioteca del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), lugar al que se dirige Fernando, junto a su amigo Carlos, en busca de informaciones relativas al cultivo de la planta de lavanda. Allí se va a encontrar con Tutti Tudela (interpretada por María Fiorentino), una bibliotecaria espectacular, que le insuflará aire vital y positivo y le alejará, por momentos, de sus pensamientos autodestructivos. Al inicio de la secuencia la bibliotecaria les pide que la acompañen hasta la máquina de fotocopiar. De pie, mientras ella va haciendo las copias, hablan:
—Creo que usted sabe mucho de perfumes— inicia la conversación Fernando.
—Ummm, casi tanto como usted de mujeres. Con una sola mirada, muy discreta, me examinó de arriba a abajo y creo que no le pareció nada mal lo que veía, ¿me equivoco?— responde Tutti Tudela.
—O usted es muy sabia o mi mirada está perdiendo la discreción, tal vez porque no esperaba encontrarme con alguien que despertara en mí un inequívoco sentimiento de lujuria.
Con cierta incomodidad por parte del amigo, Fernando y Tutti siguen piropeándose y se llega a las confesiones finales del profesor. Apuntamos un par de ellas:
—Las pocas mujeres que conocí en mi vida, las admiré, las observé e intenté descifrarlas…, nunca dejaron de ser un misterio, nunca dejaron de sorprenderme. Creo que lo único importante es disfrutar de su presencia. No me di cuenta enseguida, pero… un tiempito después aprendí a escucharlas, a valorar los silencios, las miradas, esos momentos en los que parece que no pasa nada y pasa un mundo. Aprendí a respetar su intuición, su inteligencia… y aprendí a amarlas.
— Nunca me obligué a serle fiel a mi mujer. No es una norma o pacto a respetar. Con Lili, con mi mujer, siempre dijimos que si alguien se cruza con alguno de los dos, mala suerte, pero sin mentiras. Estamos juntos porque queremos, nadie nos obliga a ser leales. Ninguna de las mujeres que conocí después de Lili le puede ganar. No… Las miro, las puedo admirar, me puede asombrar encontrarme con alguien como Tutti Tudela, pues yo estoy abierto a lo que sea, por lo que pueda pasar. Pero no hay caso… Lili gana… Lili gana siempre.
Lugares comunes es una película recomendable, hecha de palabras y mensajes potentes, que nos ayuda a entender como nos relacionamos pero sobretodo como somos por dentro. Una cinta para ver, escuchar y saborear más de una vez ya que el tema es muy actual. Remarcamos tres escenas antológicas: la última clase en la Universidad, la discusión de Fernando con su hijo Pedro en un bar de Madrid y la cena con Carlos y Natacha.
Lugares comunes logró diversos premios entre los que destaca un Goya para Mercedes Sampietro por su interpretación.
Amb aquesta ressenya s’acaba el cicle de Bibliotecas de película. Han estat sis anys en que hem anat comentant algunes de les cintes més conegudes. El tema no s’esgota i en el món del cinema hi ha centenars i centenars de pel·lis relacionades amb la biblioteca i la lectura. Ara, de moment, fem un kitkat i no tanquem la porta a futures col·laboracions.
L’article complet, com sempre, el podeu llegir a la revista MiBiblioteca de la Fundación Alonso Quijano. Concretament, al número 47 corresponent a la tardor de 2016 que sortirà publicat aquest mes de novembre.